Silencio
Las conversaciones en el taxi entre Luis Murguía y el propietario se centraban en torno a la Expo, el Real Zaragoza y los sinsabores urbanisticos que habían provocado la queja del gremio. Las medallas de la Virgen del Pilar, el volante adornado con fundas domésticas y las fotos de la prole vestidos de baturros daban un ambiente setentero que le recordaba a Luis Murguía a la decoración tunneada de los taxistas de El Cairo. Demasiadas horas en el coche, demasiadas horas escuchando a la COPE- pensó Luis-.
- Son cuatro, setenta Euros
- Ahí tiene
- Gracias ,buen viaje.
Luis Murguía se montó en su coche aparcado en una calleja próxima a Camino de las Torres, y tras una lenta y tortuosa salida de la ciudad, ya en el Burgo de Ebro, en el cruce con Belchite notó con claridad cómo la sombra de la ciudad iba apagándose en su retrovisor y comenzaba la estepa, el horizonte oscuro y la quietud en el paisaje. Tiempo de silencio.
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